martes, 27 de octubre de 2009

G. Via


Una cabeza de mujer asomando del armario.
Huele a noches de insomnio.
Y aceite de oliva, en la piel.
Café en un oasis con sirenas de fondo.
Y hormigas que pasan, volando.
A ras de suelo. Despertar.

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lunes, 26 de enero de 2009


El domingo que viene cayó en mis manos el número cinco de la inexistente revista "Sandeces", conocida por importantes artículos de función social como Qué hay que responder a la pregunta ¿qué pasa con tu rollo?


Repentinamente, mis ojos saltaron de sus cuencas.


Me ocurre a menudo.


Los tomé del suelo, les pasé el trapo de limpiar los ojos, les dije dos palabras de amor y los devolví a su lugar de origen.


Negro.

Gris.

Sepia.

Nublado.


Tres inexactos minutos después, recobré la vista.


Abrí la revista por la mitad- las grapas no engañan-:


Le elbilafni odotém ed ragapa y revlov a rednecne.


¿Arameo? ¿Élfico? No, gracias. Demasiado temprano.


Pasé la página:


Omóc etretem ne al amac y ravresnoc sol seip a 5 sodarg ojab orec.


¡Mierda! Lo había vuelto a hacer.

Tomé el pañuelo recolocador de ojos y me lo puse en la nariz sujetándolo con la mano derecha. Con las otras dos manos, zurdas claro, me tapé los oídos. Espiré fuerte.


Ojo derecho- ojo izquierdo.
Ojo izquierdo- ojo derecho.


Negro.

Gris.

Sepia.

Nublado.


Cero coma cinco décimas de segundo después:


La página ha expirado.




Cada día me resulta más difícil leer algo en condiciones




mentales saludables.